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El fracaso no es malo

El fracaso no es malo

Yo he fracasado. Y lo digo siempre que puedo. El fracaso en mi carrera siempre ha sido posterior a un éxito y antecesor de otro. Por lo tanto yo no pienso que el fracaso sea malo. Pero el caso es que la mayoría de la gente no lo ve así. Por eso hoy me he dispuesto a escribir sobre ello en relación con el crowdfunding y con emprender en general.

Vamos a ver tres casos de fracasos en crowdfunding para demostrar que fracasar no es malo. Primero veremos el caso de un fracaso en una campaña de crowdfunding. En segundo lugar veremos un fracaso tras una campaña. Y en tercer y último lugar veremos un fracaso tras varios éxitos en campaña.

Antes de seguir vamos a dejar un par de cosas claras. La primera es que una campaña de crowdfunding es una financiación colectiva realizada en Internet. Y la segunda es que hoy hablaremos de crowdfunding de recompensa. Es decir la financiación colectiva para llevar a cabo un producto, servicio o experiencia.

Y ahora, sin más, vamos a analizar esos tres casos.

Foto: Citysens

El fracaso de Citysens

Citysens son unos jardines verticales inteligentes que ahora tienen un éxito enorme. Permiten controlar el riego de las plantas y configurarse de muchas formas para tener un aspecto diferente. ¿Te creerías que este producto de éxito fracasó en su primera campaña de crowdfunding? Pues así es. Y además ese fracaso fue la antesala de un éxito en su segunda campaña.

En la primera campaña de Citysens, lanzada en Indiegogo, el objetivo de recaudación fue demasiado elevado para lograr el éxito. Recaudar 50.000 euros para un proyecto que empieza no es tarea fácil. ¿Sabías que el promedio mundial de recaudación por campaña es de 3.189 dólares? Son datos del informe de 2015 sobre el crowdfunding creado por la consultora Massolution.

Además para recaudar 50.000 euros con una aportación promedio de 99 euros hacen falta 505 personas aportando. Y movilizar esa cantidad de personas para que compren anticipadamente tu producto no es tarea fácil. ¿Pero qué hizo el equipo de Citysens? Con mi asesoramiento y su buen trabajo decidimos lanzar una segunda campaña bajando el objetivo a 10.000 euros. Pero cuidado, lo hicimos con cabeza.

Entre la primera campaña y la segunda hubo un trabajo intenso de optimización de costes. Al final nos quedamos con los costes fijos necesarios para producir Citysens y cubrimos todos los costes asociados a la campaña. Comisiones de la plataforma y sistema de pago, gastos de envío y empaquetado, etcétera. Haciendo esta reducción de objetivo de forma adecuada conseguimos un gran éxito en la plataforma Verkami.

Conseguimos recaudar 2,6 veces el objetivo planteado y movilizar a 265 personas que compraron anticipadamente el jardín vertical. Hoy Citysens es una empresa que goza de buena salud y sigue en su camino para revolucionar el mundo de los jardines domésticos inteligentes.

Foto: TIKO 3D

El fracaso de Tiko 3D

Aquí nos encontramos ante un fracaso tras un éxito en campaña. La campaña de Tiko 3D, una impresora 3D, en Kickstarter recaudó casi 3 millones de dólares y recibió el apoyo de 16.538 personas. Entre las cuales, curiosamente, se encontraba un amigo mío. Amigo que me explicó de primera mano qué siente una persona cuando aporta en una campaña y no recibe su recompensa. Y es que es difícil hacer una lectura positiva de este fracaso de Tiko que, como apuntaba, no ha entregado todas las recompensas comprometidas con sus mecenas.

Pero vamos por partes. Los emprendedores detrás del proyecto parecen no haber tenido mala intención. Entregaron las recompensas a sus mecenas de Canadá, unas 4.000 unidades, pero parece ser que hubieron quejas por mala calidad. A partir de ahí la situación se fue complicando hasta que hicieron el anuncio oficial de que no podrían entregar las recompensas.

Por lo menos no podrán hacerlo sin que un inversor decida salvar la situación y permitir la entrega del resto de impresoras 3D. Esa salida, aunque posible, se antoja bastante improbable. ¿Qué inversor querría entrar en un negocio con más de 10.000 clientes cabreados? Seguramente pocos.

Y ahí tenemos el aprendizaje de este fracaso, el que hace que dicho fracaso pueda convertirse en un paso hacia el éxito en la carrera de estos emprendedores. El crowdfunding no es un juego y se asumen compromisos con los mecenas. Compromisos que deben cumplirse. El problema es que si no se han estudiado bien los costes pueden ser imposibles de cumplir. Así que seguro que los emprendedores habrán aprendido esta importante lección.

Los que nunca verán con buenos ojos este fracaso serán los mecenas que se han quedado sin su recompensa. Por eso sería recompensable compensar a los mecenas de algún modo y no quedarse esperando al milagro de que llegue un inversor. Quizás veamos esa compensación o quizás no, pero está claro que tener más de 10.000 clientes insatisfechos no es nunca bueno para la carrera de un emprendedor.

Foto: Pebble Watch

El fracaso de Pebble

Llegamos al fracaso más desconcertante. ¿Cómo puede ser que una empresa que ha recaudado más de 40 millones de dólares con 3 campañas de crowdfunding acabe fracasando? Pebble ha sido recientemente comprada por Fitbit debido a una deuda de, precisamente, 40 millones de dólares.

Si uno mira el vídeo de la primera campaña de Pebble y la compara con el de la segunda es posible que se dé cuenta de un detalle. El crecimiento del equipo fue espectacular. Ese y otros motivos pueden explicar la deuda que Pebble fue asumiendo para salir adelante. Tener éxito con una campaña de crowdfunding de recompensa significa facturar, no tener beneficios.

Pero aún con los problemas de gestión resulta que Pebble ha marcado un antes y un después en la form

a en que las startups nacen. Conseguir que más de 68.000 personas apoyen el lanzamiento de tu primer producto con compras anticipadas es una forma inmejorable de empezar una aventura empresarial.

Pero está claro que esa ventaja debe gestionarse sabiamente. En primer lugar los márgenes juegan un papel importante. Puede que el reloj Pebble básico no pudiese costar 99 dólares por no generar suficiente margen. Y el caso es que los primeros mecenas lo podían adquirir por ese precio.

No sabemos a ciencia cierta qué ocurrió con Pebble. Pero otro dato que sabemos es que las ventas se producían fundamentalmente durante sus campañas. Si luego se reducían es que quizás no eran capaces de realizar acciones efectivas en las áreas de marketing y comercial.

¿Qué podemos aprender de este fracaso? Pues lo primero es que Pebble ha sido una aventura empresarial positiva para clientes y emprendedores. Fitbit de momento ha prometido mantener intacto el servicio a la comunidad de clientes de Pebble durante el 2017. Y además pase lo que pase el caso es que el equipo de Pebble ha tenido un aprendizaje enorme durante estos años. Desde el 2012 y hasta el 2016 han iniciado y desarrollado un mercado en el que ahora están marcas tan gigantescas como Apple.

Y no sé qué pensaréis, pero para mi adelantarse en innovación a Apple y construir una marca de la nada no me parece algo negativo. Así que brindo por el fracaso de Pebble. Un fracaso que nos ha permitido ver nacer un producto de calidad y sobretodo ha nacido del apoyo de cientos de miles de personas.

Unas personas que ya no sólo van a la tienda a comprar. Son también personas muy conscientes de lo que pueden crear con sus decisiones. Apoyando un producto con su compra anticipada han conseguido generar puestos de trabajo durante años. Y más allá de eso han logrado crear innovación adelantándose a marcas con tantos recursos como la propia Apple.

Así que, no sé vosotros, pero yo quiero más fracasos como estos. Fracasos que nos permitan aprender y mejorar. Fracasos que nos permitan rectificar y compensar a nuestros clientes. Fracasos que nos demuestren que somos humanos y que por lo tanto no somos perfectos. Pero que, a la vez, somos capaces de crear todo aquello que nos propongamos.

Imagen de Portada / Pebble

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